A la niña muerta le encanta pasear por el
laberinto que se encuentra al otro lado del cementerio.
Cuando se detiene en alguna de las
múltiples encrucijadas para decidir cual de los caminos va a seguir, los
pájaros aprovechan para arrancarle mechones de cabello y trocitos de piel que
utilizan para construir sus nidos.
Ella esboza una ligera sonrisa, complacida
de ayudar, y continúa caminando por la inmensa maraña de calles que parecen no
llevar a ningún sitio.
A la niña muerta no le preocupa esa sensación de que no exista un final. Aunque se encuentre en algún punto por el que haya
pasado un montón de veces, siempre encuentra algún nuevo detalle que lo convierte en
un lugar único y especial. No tiene prisa en encontrar la salida del laberinto.
A fin de cuentas, nadie le está esperando fuera.
Cuando se siente cansada, simplemente se
acurruca en una esquina y espera que el sueño la envuelva. Sin nostalgia,
cualquier lugar puede ser un hogar.
The Nuevo.
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