jueves, 5 de enero de 2017

DEAD CHILDREN´S WAR

El General Fool se sentía muy orgulloso de sí mismo. Creía haber descubierto la forma de hacer que su ejército fuera invencible. 

Su idea consistía, básicamente, en poner en primera línea de fuego a todos los niños muertos que había encontrado vagabundeando por la ciudad.


“Al fin seréis de alguna utilidad”, se dijo, mientras los colocaba bien pegados unos a otros.

Sus brazos eran prácticamente inútiles y su andar era lento y torpe pero, a cambio, recibían la mayor parte de los balazos sin hacer ni un gesto. Sólo un certero disparo en el centro de sus cráneos les hacía parar en seco y, si esto ocurría, el compañero que iba justo detrás le pasaba por encima y tomaba su posición.

“Es un plan infalible”, pensó, mientras se encendía el puro de la victoria.

Lo que Fool desconocía era que su enemigo, el General Nigaud, había tenido la misma idea. No en vano se había estado dejando una pasta en espías y, en esta ocasión, pensaba sacarle buen provecho a su inversión.

“Ese bobo de Fool creía que iba a ser muy sencillo, se dijo. Ahora veremos quien ríe el último”.

Esta compartida estrategia convirtió la contienda en un virtual empate técnico.

Los escuadrones de niños muertos de uno y otro bando avanzaban lenta, pero inexorablemente, hacia las posiciones enemigas y las balas comenzaron a silbar.
Las huestes batallaron sin tregua hasta que, después de varias jornadas de encarnizada lucha, el contingente de niños muertos quedó mermado de manera muy ostensible amenazando, por primera vez, la integridad de los soldados.
Finalmente, los ejércitos se encontraron cara a cara y el combate volvió a los cánones clásicos de lo que se espera de una batalla: sangre, cuerpos mutilados, muerte y desolación.

Cuando apenas unos pocos soldados quedaban en pie, vibró el bolsillo del General Nigaud iniciándose la siguiente conversación por whatsapp:





En medio de los dos bandos había aparecido una de las niñas muertas con los brazos en alto hondeando ligeramente una bandera blanca. Realmente, era una situación bastante extraña. Los niños muertos no se rinden jamás, sobre todo, porque no tienen capacidad.

Fool y Nigaud se aproximaron para observar de cerca a la niña. Cuando quisieron darse cuenta de lo que ocurría ya fue demasiado tarde.


Le había costado lo indecible descoyuntar sus brazos y colocarlos mirando al cielo. Sabía que el peso de los detonadores que llevaba atados a las manos terminaría por hacer que sus extremidades acabaran impactando contra el suelo y activando el cinturón de explosivos que había colocado en su cintura.

La tremenda explosión dejó los cuerpos de los Generales como el premio de la lotería de navidad: muy repartidos.


Pausadamente, los niños muertos comenzaron a recomponerse. Tal vez sean lentos y torpes pero también son pacientes, obstinados y, ahora además, tienen un objetivo: terminar lo que su compañera había comenzado.


The Nuevo.




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