Sus padres la llevaron a la playa vestida con un bikini rosa, un gorrito a juego y unas gafas de sol del mismo color. Tan jovial indumentaria no lograba obviar la sensación de estar delante de una de esas aterradoras muñecas de porcelana.
Dejaron a la niña amorosamente sobre la arena en compañía de una pala y un cubito. Cuando el sol del mediodía comenzó a abrasar su nívea piel se dedicaron concienzudamente a aplicarle una buena capa de protector solar por todo su, ya prácticamente, rígido cuerpecito.
Cogieron a la niña en brazos y la acercaron al agua. Mientras su padre le paseaba por la orilla subida a una pequeña barca hinchable, la madre movía alocadamente los brazos mostrando a su hija como iba a enseñarle a nadar si aún estuviese viva.
No sé si estoy presenciando una historia de terror o el relato de amor definitivo.
The Nuevo.
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