jueves, 12 de enero de 2017

LABYRINTH 2 (IKEA)

  Al principio le pareció una idea genial lo de perderse en el IKEA.   
  Correr por los pasillos y cambiar las cosas de lugar sin que sus padres anduvieran detrás de él riñéndole era una sensación maravillosa. Cuando se quiso dar cuenta de que encontrar la salida de aquella inmensa e intrincada tienda no era tarea fácil ya fue demasiado tarde. Las luces se apagaron y el miedo se anudó en su garganta haciéndole casi imposible respirar.
  Murió aquella misma noche presa del pánico y una sobredosis de albóndigas suecas.
  Sus padres le echaron de menos lo justo. El haber conseguido la estantería Möblerskit, que realmente no querían, por un precio más que razonable les había llenado de plena satisfacción.
  El niño muerto continuó buscando la salida sin éxito, aunque con el tiempo (y él tenía todo el del mundo) había logrado conocer perfectamente los pasadizos del establecimiento.
  La gente se había acostumbrado a su presencia y, a menudo, le consultaban donde podían hallar tal o cual cosa y él, todo amabilidad, les indicaba donde se encontraba el producto que andaban buscando o, si no lo tenían en stock, les ofrecía una buena alternativa.
  Un mal día se le desprendieron los párpados y empezó a tener algunos problemas para dormir. Pasaba las noches en una perpetua duermevela dentro de la cama Sangjävla, que era su favorita porque estaba dura como una piedra y le venía bien para su problema de cervicales. 
  Una noche en la que le estaba constando especialmente conciliar el sueño pudo escuchar el inconfundible repiqueteo de las patitas de alguno de los cientos de ratoncillos del aglomerado que solían buscarse la vida cuando la tienda estaba cerrada.
  Normalmente, les dejaba a su bola pero, esta vez, decidió seguirlo para descubrir donde iba. Después de un infinito recorrido por el enrevesado laberinto de calles llegaron, al fin, a un lugar completamente desconocido para el niño muerto. El ratón giró su cabecilla e hizo un gesto al niño para que le siguiera al final de su destino.
  Al fondo, una tenue luz le indicaba que allí estaba la salida. Su reseco corazón consiguió dar un único latido que hizo vibrar todo su cuerpo y le obligó a caer de rodillas ante la puerta.
  Lo había conseguido, pero por segunda vez en su corta vida sintió miedo. Esta vez era el miedo a la libertad.
  Se dio la vuelta y volvió lentamente hacia el único lugar que podía reconocer como su hogar.
  Hoy el niño muerto es feliz. Le han hecho encargado de la sección de cajas por mérito propio.

The Nuevo.


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