Mi hermana y yo morimos el mismo día, en el
mismo instante. Supongo que desde que nacimos compartiendo parte del cerebro
estábamos destinados a hacerlo todo juntos.
Mi hermano y yo estamos muy unidos,
literalmente. No sólo por compartir cuerpo sino también porque nos queremos
mucho. Nuestros padres nos contaron que cuando éramos bebés y los cirujanos
intentaron separarnos, nosotros nos abrazamos con tanta fuerza que no hubo
manera de realizar la operación.
Mi hermana no es sólo mi hermana, es también
mi mejor amiga. Sólo a ella le cuento mis secretos más profundos. Por ejemplo,
sólo ella sabe que estoy enamorado de Juan Padilla, un chico de 6º B. A ella
también le gusta, así que creo que la cosa podria funcionar.
Mi hermano, a veces, es un poco bobo. Piensa
que no sé cual es la sorpresa que me ha preparado para mi cumpleaños. Él, en
cambio, no tiene ni idea de lo que yo le voy a regalar. Me gusta chincharle
diciéndole que las chicas nos cansamos más que los chicos porque nosotras
utilizamos el cerebro durante todo el día.
He dicho que mi hermana yo morimos en el mismo
instante y así fue. Cuando se atragantó con un trozo de la tarta que le habia
hecho para celebrar nuestro decimosegundo cumpleaños y no fui capaz de hacer
nada para salvarla, yo me sentí morir también.
La cogí entre mis brazos. Mientras me acercaba
al balcón, le fuí acariciando el cabello. A ella le encantaba cuando se lo
hacía. La besé en la mejilla y me arrojé al vacío. Al fin y al cabo, el vacio
ya se había instalado en mi interior.
El impacto hizo que nuestros cuerpos se
separasen. Ya no importa. Separados, juntos, hermanos... para siempre.
The Nuevo.
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